sábado, agosto 27, 2005

Psicología

Se sienta en el diván (siempre le encantaron) y lo mira, divertida. Él, con su seriedad aséptica, dice:

- Bien, empezaremos con un ejercicio sencillo, una asociación de palabras. Yo digo una palabra y usted responde la primera que se le viene a la mente, de acuerdo?
- Perfecto.
- Empezamos.
- Ya.
- No, no... no era la primera palabra... pero sí, está bien, ésa es la idea. Ahora sí: MAR.
- Beso.
- Sofá.
- Beso.
- Fiesta.
- Beso.
- Noche.
- Beso.
- Soledad.
- ¡Queso!



martes, agosto 23, 2005

Miedo al olvido


Hoy se esconden las estrellas

y la luna tiembla de frío.
Hoy el cielo está vacío...

Hoy la Tierra duerme,
bulliciosa,
y en sus ronquidos
hay temor al olvido.

jueves, agosto 18, 2005

De vuelta al hogar

Tras pasar unos días disfrutando de temperaturas superiores a los 30º, de las cálidas aguas del Mediterráneo, de paseos nocturnos por la playa en bikini y pantalón corto... las vacaciones se acaban. Tomo el avión de vuelta a casa y nomás pisar la pista de aterrizaje, noto cómo unas suaves gotas de llovizna caen en mi rostro. No hay duda: hemos llegado a Asturias.

viernes, agosto 05, 2005

Desde entonces

Desde que te vi. Desde el mismo instante en que mis ojos encontraron los tuyos y se vació la sala de repente, lo supe. Era muy joven, sí. Y no sabía nada del amor. Pero aprendí tanto en ese instante...
Nos hicimos amigos. Compartimos risas, miedos, libros y miradas furtivas. Todos lo sabían, pero nadie nos lo explicó. No tuvimos celestina, no. Y éramos tan tímidos los dos...
Saliste con chicas, es verdad, pero no me preocupaba; yo sabía que no era nada importante. Es más, eran ellas quienes tenían celos de mí. Fue una época divertida... Pero el tiempo pasó y hubo que separarse. ¡Me dolía tanto tan sólo pensarlo! Se abría ante mí una nueva etapa y tendría que afrontarla sin ti: sin tu sonrisa, sin tus nervios, sin tus dudas... ¡qué injusta se volvía la vida!
Pero precisamente aquel verano viniste a buscarme. Estuvimos jugando y me dijiste de hablar más tarde... más tarde. Tarde me di cuenta de lo que esas palabras podían significar, cuando ya no estabas. No te lo recordé y tú no lo volviste a mencionar. Tonta ella, tonto él.
En muchas noches como ésta, aquel recuerdo no me deja olvidar lo boba que fui... y tampoco me deja dormir.

Pero te seguí buscando, te seguí esperando, aunque sólo fuera para verte unos pocos minutos, unos pocos días a la semana. Seguí aferrándome a ti, a tu sonrisa, a tus ojos, a tus dudas...
Hubo otros, es verdad, pero sólo fueron eso: otros. Nada más. Y siempre volvía a ti. Y a mí volvía la ilusión de encontrarte y de que esa vez fuera distinto. Pero no lo fue.

Y el destino se cansó de buscarnos y yo me cansé de mostrarle el camino. Y tú... me dio la impresión de que te habías rendido.

Y aunque ya no te encuentre al cruzar la calle, en noches como ésta le arranco tu mirada al olvido y a veces creo ver un guiño que me devuelve la esperanza de hallarte, tal vez, mañana.

Antes de cerrar esta carta, de esconderla en un baúl vacío y no abrirlo jamás, si no es contigo, sólo te pido una cosa: no olvides que no te olvido.

S.

Sobre el punto final cayó una lágrima. Él la secó rápidamente, por miedo a estropear aquel regalo. Besó la mano inerte de su esposa y suspiró.

jueves, agosto 04, 2005

Amén!


Loca me volvería si supiera que voy a pasar el resto de mi vida a la espera de que aparezca un cazafortunas que me lleve al altar. -Negó, segura de sí-. No nací para eso. Nací para hacer algo útil por los más débiles, y si el destino ha tenido a bien proporcionarme medios con los que intentarlo, lo intentaré.

En Piratas, de Alberto Vázquez-Figueroa.