Él sólo estaba de paso, quizá. O tal vez le había gustado la zona y quería quedarse y formar su hogar, no lo sé. No tuve tiempo de conocerlo. Él tampoco tuvo mucho tiempo de conocer el lugar. A los pocos días de llegar...
Y es que ni siquiera tuvo un buen recibimiento. Era nuevo, diferente, foráneo... y eso a la gente le da miedo. Se alejaron. Lo desconocido, ya se sabe. Después se supo que era inofensivo (tarde, como siempre). Pero el daño ya estaba hecho: ya tenía fama. Fama que no se ganó él, ni mucho menos, sino que venía precedida de las acciones de otros individuos
parecidos a él ("parecido no es lo mismo", que diría Les Luthiers). "Ésos son todos iguales"... cuántas veces habremos oído esa frase!
Pobrecito, seguramente se sintió acorralado, encerrado y observado. Lo señalaron con el dedo y murmuraron, aunque él simuló no darse cuenta.
Se sintió inmigrante.
Como dijo Jaime Poncela,
"pobre tiburón".
Descanse en paz.